jueves, 6 de agosto de 2015

Cómo empezó todo

Nunca me he considerado una deportista.
 Mis primeros pinitos empezaron con 18 años. Fue mi hermana Mercedes la que me animo a apuntarme a un gimnasio al lado de casa. Qué gratos recuerdos tengo de esa época. El monitor del gimnasio, Antonio, tenía una capacidad tremenda para motivar a la gente y claro poco a poco me enganche a hacer pesas. Cada día me sentía mejor y de ir un par de días pasé a ir todos los días menos el domingo.
Después llegaron los entrenamientos con mi amiga Esther. Dividíamos el entrenamiento en dos, uno antes de ir a la Universidad y otro a la hora de la comida y de remate por la noche nos íbamos a correr con su perro. Esa época fue también la de cambiar mis hábitos de comida. Los copos de avena, claras de huevo, proteínas, etc. se convirtieron en mi alimentación habitual. Mi cuerpo se transformo radicalmente y me sentía bien aunque a los ojos de los demás estaba pirada.
Luego vino el gran parón motivado por tres maravillosos hijos. No conseguía compaginar niños, trabajo y deporte hasta que un día se me ocurrió empezar con una bicicleta estática en casa mientras los vigilaba. Poco a poco fui buscando huecos, de un día a la semana pasé a todos los días e incluso doblando algunos. Empecé a levantarme a las 5 de la mañana para  disponer de tiempo. En verano aprovechaba para salir a correr por el paseo marítimo en Fuengirola. En aquel entonces media hora ya me parecía todo un logro. Pero segui y seguí.
La natación vino mucho más tarde. Apunté a los niños a clase los sábados y por suerte a la misma hora que ellos daban clases, ofrecían la posibilidad de nadar a los padres. Así que un día dije por qué no. Tengo que aprovechar cada momento libre para hacer deporte. El primer día me dio un perezón tremendo. Eso de mojarse el pelo no iba conmigo. De pequeña había nadado algo en el colegio y recuerdo las clases de mi primo que me enseñó a tirarme de cabeza. Después de la primera clase me sentía eufórica y a partir de ese momento incorporé a mi rutina natación todos los sábados por la mañana.
Otra vez mi hermana, me pica para apuntarme a una carrera, Correr por Madrid. No sé cómo me dejé engatusar. Gracias al fondo que tenía conseguí terminar mi primera carrera en menos de una hora. Menudo subidón.
El cambio radical se produjo cuando me apunte a un grupo de running, Martes y Jueves en el Retiro. Me costó mucho dejar a mis hijos en casa mientras yo iba a correr. Había días que me iba con mucho remordimiento de conciencia pero necesitaba mi espacio, mi deporte. Fue muy duro. Yo sólo tenía fondo y por eso aguantaba los entrenamientos. Gracias al maravilloso grupo de personas que formaban el grupo inicial (Sergio, José Manuel, José Luis, Faustino, Carlos y Jesús) ir a entrenar se convirtió en una vía de escape para mi ajetreada vida.
Siempre me he considerado una persona con una voluntad de hierro, sin ella no hubiera conseguido hacer varios maratones ni triatlones. Hace poco alguien me dijo que lo que me empuja es mi determinación. Sea lo que sea antes de terminar un reto ya estoy pensando en el siguiente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario